lunes, 1 de agosto de 2011

Historia: El caballo blanco de Santiago

He dicho en algún lugar de estas páginas, y lo recalco ahora, que esta obra no es una "Historia del caballo", y que la "Historia del caballo" está por escribir y que alguien tendrá que hacerlo, aunque sólo sea por demostrar la influencia decisiva que este animal tuvo en el devenir de los tiempos (¿alguien se ha parado a pensar en el hecho cierto de que el ascenso o descenso de los pueblos primitivos y las grandes civilizaciones están intímamente relacionados con el uso o no uso de la caballería y el mejor dominio del caballo? ¿Y no están las grandes gestas militares de todos los tiempos unidas al noble animal objeto de este libro? ¿Acaso no son "grandes cabalgadas" el imperio de Alejandro Magno, o el de Gengis Khan, o el de Roma, o el de Mahoma y sus árabes, o el de España en Europa y América, o el del Oeste americano, etcétera?).

Bueno, pues vamos a hablar del "caballo blanco" de Santiago, entre otras cosas porque Santiago sigue siendo el patrón de España y porque su caballo ("¿a que no sabes cómo es el caballo blanco de Santiago?"), aunque irreal, fue el paladín de aquel "¡Santiago y cierra España!" con el que se hizo la Reconquista y más tarde la Conquista de América. El caballo de los "milagros" y las grandes hazañas.

Claro que antes conviene decir algo sobre la presencia del apóstol Santiago en España. O mejor dicho, de su "polémica" presencia, pues en esto  -como en tantas otras cosas-  los historiadores no se ponen de acuerdo. ¿Estuvo o no Santiago en España? ¿Eran realmente sus restos los que aparecieron en aquel monumento sepulcral que se descubre en Compostela hacia el año 847 y durante el reinado de Alfonso II el Casto? Según el Breviarium apostolorum, de comienzos del siglo VII, sí; pues ahí se dice que "Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de Juan, predicó en España y regiones de Occidente". Según otras fuentes y otros historiadores (Sánchez Albornoz entre ellos), Santiago nunca estuvo en España, o al menos nadie pudo demostrarlo fehacientemente.

Pero el "hecho" es que la España de la Edad Media (Alta y Baja) y toda Europa dieron por válida la presencia de Santiago y que sin el Camino de Santiago no puede escribirse la historia de muchos siglos. También es verdad que el "mito Santiago" y el encumbramiento de Compostela cobran toda su fuerza (de la mano de don Diego Gelmírez, en cuyo tiempo pasó la sede metropolitana de Mérida a Compostela, y del papa Calixto II, casualmente hermano del conde de Galicia, Raimundo) cuando la Cristiandad se enfrenta al "peligro mahometano" y vive en pleno espíritu de "cruzada". Es decir, cuando el "orbe cristiano" más necesita del asidero de la fe para salvarse de los "infieles" que "a uña de caballo" amenazan peligrosamente por el sur y el este.

Según la leyenda, la primera aparición de Santiago se produjo durante el transcurso de la batalla de Clavijo (para unos el año 845 y para otros el año 859) y reinando Ramiro I de León u Orduño I. En el siglo XIII habla de ello el obispo Rodrigo Jiménez de Rada y años más tarde el mismísimo Alfonso X el Sabio, en su Crónica general de España, cuenta como Ramiro I de León, viéndose en gran aprieto por haberse negado a pagar "el tributo de las cien doncellas" (curioso tema para una tesis doctoral), invocó a Santiago en demanda de auxilio y cómo el apóstol se le apareció en sueños y le dijo:

"Quiero que sepas que Nuestro Señor Jesucristo partió a todos los otros apóstoles, míos hermanos, et a mí, todas otras provincias de la tierra, et a mí solo dio Espanna que la guardase et la amparasse de manos de los enemigos de la fe. Et por que non dubdedes nada en esto que yo te digo, veer medes cras andar y en la lid, en un caballo blanco, con un senna blanca et grand espada reluzient en la mano. Et vos luego por la gran mannana confessarvos hedes. Et pues que esto hobiéredes fecho, non dubdedes de ir ferir en la huste de los bárbaros, llamando a ¡Dios, ayuda, et Sant Yague!"

Y de ahí nacieron el grito de guerra que en adelante hicieron suyo los ejércitos españoles: "¡Santiago y cierra España!", y el mito del "caballo blanco" con los que aquella España logró echar de sus tierras a los árabes y más tarde conquistar el gran imperio de América, pues no hay que olvidar que al grito de "¡Santiago y cierra España!" tomaron México los soldados de Cortés y conquistó Pizarro el Perú.

Y ¿por qué eligió el apóstol un caballo blanco o por qué lo soñó así Ramiro I de León? Quizá por lo mismo que blanco es también el caballo de San Jorge: ¡porque lo toman de la Biblia!, y más concretamente de san Juan, o sea, el hermano de Santiago, que dice en su Apocalipsis ("... Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos y oí que uno de los cuatro vivientes decía como con voz de trueno: "¡Ven!". Y miré, y he aquí "un caballo blanco", y el que montaba tenía un arco, y se le dio una corona, y salió venciendo y para vencer..."). Para mí no hay otra explicación. Es la idea de la Victoria  -victoria del bien sobre el mal-  hecha realidad: la del creyente venciendo al infiel. Acaso la misma que llevó a muchos monarcas de este mundo a montar "caballos blancos" en sus días triunfales.

Pero así son las leyendas y así se escribe la Historia. Aquella historia de la "caballería andante" que a caballo entre la fantasía y la realidad nos lleva tras los pasos del rey Arturo, el Santo Grial, las Cruzadas, los templarios, etcétera, y hasta nuestro Don Quijote. Y por ahora basta, aunque es una pena no poder hablar de las trece etapas que los peregrinos a caballo tenían que hacer para llegarse hasta la tumba de Santiago, en Compostela.

Fuente: "Caballos. Historia, mito y leyenda" de Julio Merino. Compañía Literaria, S. L., 1996. Págs.: 124-126.

Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor 

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