jueves, 4 de marzo de 2010

Historia: Khamsa Al-Rasul Allah, las "cinco del profeta Alá"


Cuentan los biógrafos de Mahoma, sirviéndose más de las viejas leyendas que de la Historia, que el día de su muerte el "profeta de Dios" tenía ocho mujeres y una amante, cuatro espadas, dos camellos, una mula blanca... y cinco yeguas.
De las mujeres se sabe casi todo, quizá porque cada uno de los grandes acontecimientos de la vida del profeta va unido al nombre de una de ellas..., aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en si fueron quince o veinticinco el total de las que tuvo a lo largo de su vida. El 8 de junio del año 632, día que muere, vivían Aixa, Sawda, Hafsa, Hind, Zainab, Safiya, Umm y Mariya (la concubina favorita, de quien tuvo a Ibrahim, su único hijo varón)... por cierto, que sus relaciones con ésta provocaron situaciones como la que nos cuenta Washington Irving:

--"Pero aunque Mahoma tenía gran poder --escribe el autor de los famosos Cuentos de la Alhambra-- sobre sus discípulos y sobre la comunidad en general, tuvo muchas dificultades para gobernar a sus esposas y mantener la tranquilidad en su harén. Debió de actuar con bastante equidad en los problemas conyugales: asignó a cada una de sus esposas una vivienda independiente, en la que podía actuar con total autonomía, y pasaba veinticuatro horas con cada una de ellas por turno. En una ocasión en que estaba en casa de Hafsa, ésta salió para visitar a su padre. Volvió antes de lo previsto y sorprendió al profeta con su esclava favorita, Mariya, la madre de su hijo Ibrahim. Hafsa comenzó a dar gritos estentóreos. Mahoma trató de calmarla, pues temía que sus protestas pudieran incitar a la rebelión a todo su harén; pero sólo logró calmarla jurándole que no volvería a cohabitar con Mariya. Entonces ella prometió olvidar el incidente y guardarlo en secreto. Pero no cumplió su promesa y reveló a Aixa la infidelidad del profeta; poco después todo el harén estaba informado. Sus esposas formaron un frente común y le abrumaron con sus reproches, hasta que, agotada su paciencia, repudió a Hafsa y renunció a toda relación con el resto. Durante un mes estuvo durmiendo sobre una esterilla en una habitación independiente; pero por fin Alá se compadeció de su soledad y le envió el primero y el sexto capítulos del Corán, absolviéndole del juramiento hecho sobre Mariya, que a partir de entonces le acompañó en su soledad... Las recalcitrantes esposas comprendieron entonces su error, y en la misma revelación se les comunicó que las prohibiciones impuestas a los demás hombres no obligaban al profeta de Dios"--

De sus espadas sabemos que la primera que tuvo se llamó Del Faqar, o sea, "la que atraviesa", y que ese día de la muerte, undécimo año de la Hégira, conservaba las así llamadas: Medham, la "afilada"; Al Battar, la "puntiaguda", y Jatif, la "mortífera", que habían sido fruto de un botín de guerra el año que conoció y tomó por esposa a Hafsa.

En cuanto a los camellos hay que destacar dos nombres: el de Al Qasvá, que fue sin duda su preferido, y el de Al Adbá, el "más rápido". Pero en este caso, y por encima de los nombres, merece la pena recordar que el camello era para el hombre del desierto, además de un medio de transporte, el animal preferido en los sacrificios... De ahí la curiosa historia que se cuenta sobre Mahoma en su peregrinación de despedida a La Meca. Al parecer, el propio profeta sacrificó entonces sesenta y tres camellos con sus propias manos, uno por cada uno de los años que había vivido.

Y llegamos a las yeguas..., a las "cinco del profeta de Alá", el segundo eslabón de la gran cadena de los pura sangre árabes, las que unen en el árbol genealógico a Kohailán con Byerley Turk, Darley Arabian y Godolphin Arabian (o sea, la "abuela" y los "nietos"). Pero ¿por qué esta preferencia por las yeguas y no por los caballos? Sobre este punto podría escribirse todo un tratado, sabiendo como sabemos que las yeguas, y no los sementales, eran las monturas utilizadas por los árabes en la guerra y los saqueos. Según una leyenda procedente del desierto la yegua era el espíritu o reencarnación de la mujer amada, la compañera ideal del guerrero. Pero la realidad era, fue, que los árabes comprendieron muy pronto (al inclinarse el Islam por la espada y la llamada "guerra santa") que para expandir sus ideas y conquistar el mundo no tenían más remedio que aumentar continuamente su caballería y el número de sus jinetes. Otra leyenda árabe atribuye el triunfo inicial de su fe (batalla de Badr) al "milagro" que se produjo cuando Mahoma arrojó al aire un puñado de polvo y surgieron tres mil guerreros angélicos con turbantes blancos y amarillos y largos mantos resplandecientes, montados sobre corceles blancos y negros, que se lanzaron como flechas contra el enemigo coraixíe y lo aniquilaron... "Cuando de repente --dicen que contó un campesino que presenció la batalla-- vimos una gran nube avanzando hacia nosotros y dentro de ella oímos el relinchar de caballos y el sonido ronco de las trompetas, así como la voz terrible del arcángel Gabriel animando a su caballo con estas palabras: "¡Aprisa, aprisa, oh Haizum!"...

De las "cinco del profeta" sabemos, además de sus nombres: Abbayab, Saqlawiyah, Kobailah, Handaniyah y Habdah, que fueron ellas las que dieron origen a los tres tipos en que se encuadran los cientos de "familias" de caballos árabes. Es decir, el tipo kehylan, de carácter masculino y símbolo del poder y la resistencia; el tipo seglawi, de carácter femenino y símbolo de la belleza y elegancia..., y el tipo muniqui, de forma angular y símbolo de la velocidad y la carrera.

Estas cinco yeguas fueron, como ya he contado en otro capítulo, las que resistieron la tentación del agua y acudieron sin pensarlo al lado del profeta en cuanto fueron llamadas. Otra leyenda asegura que estas cinco yeguas vivieron entre treinta y treinta y cinco años, y que jamás consintieron ser montadas por otra persona que su dueño, al que, entre otras cosas, sirvieron de inspiración en su relación con Alá.

Claro que más curiosa es la leyenda que hace descender de una de estas yeguas al gran Vizir gris con el que Napoleón venció en Marengo... Pero de éste y los otros caballos napoleónicos hablaremos en su momento, pues antes hubo muchos animales que se hicieron famosos y pasaron a la Historia.

Fuente: "Caballos, historia, mito y leyenda" de Julio Merino. Ed. Compañía Literaria, S.L., 1996. Págs. 81-83.


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