martes, 25 de agosto de 2009

Historia: Pegaso, el caballo de los dioses


Aunque es verdad que "la Historia empieza en Sumer" -3.500 años a. C.- y que fue bajo el reinado de Sargón de Agadé, el Carlomagno de Mesopotamia, cuando, al parecer, comenzó realmente la "doma del caballo", como lo demuestra el proverbio grabado en una de las grandes tablillas de Nippur:
El caballo, después de haber
derribado a su
jinete, dijo: Si mi carga tiene
que ser siempre
como ésta, me voy a debilitar.
Y aunque sea verdad que las "civilizaciones más antiguas" -China, Japón, Egipto, Persia, etcétera- se propagaron a lomos del equus..., el primer caballo de esta serie tiene que ser Pegaso, el mensajero de Zeus, pues con él alcanza el bello animal la cúspide de su grandeza. O sea, el estar entre los dioses y tratar de tú a los habitantes del Olimpo. Pero ¿quién fue y qué significó Pegaso en la mitología griega? Esto es lo que vamos a ver en este capítulo.
Claro que antes tal vez convenga recordar que la mitología grecorromana (Roma asumió los dioses griegos casi en su totalidad, aunque los cambiara de nombre) se centra en torno a los doce dioses olímpicos que formaban la familia divina. Es decir: Zeus, el dios soberano y amo del cielo y la tierra; Hera, la esposa de Zeus; Poseidón, soberano del mar y protector del caballo, él fue quien regaló el primer caballo al hombre, como cuenta el poema:
Soberano Poseidón, de ti nos
viene esta grandeza,
los robustos caballos, los po-
tros e incluso el
reino de las Profundidades.
Hades, el rey del mundo subterráneo y de los muertos; Palas Atenea, diosa de la artesanía y la agricultura e inventora de la brida, que otorga al hombre el dominio del caballo; Febe, dios de la luz y la verdad; Artemisa, diosa de la caza; Afrodita, diosa del amor; Hermes, dios del comercio y mensajero de Zeus; Ares, dios de la guerra; Hefesto, dios del fuego, y Hestia, diosa del hogar y de las ciudades.
Luego estaban los "dioses menores", las "ninfas", las "musas", los "héroes" y los "protegidos de los dioses"...
Pegaso era en este mundo mitológico el "caballo de Zeus" y al decir del poeta:
Un corcel alado, de galope
incansable,
que como ráfaga de viento
pasa por los aires.
Según los esquemas de la mitología el "caballo volador" nació del chorro de sangre que brotó cuando Perseo cortó la cabeza a Medusa y gracias a él pudo libertar el héroe a Andrómeda, la hija del rey de Etiopía, que quiso disputar a las Nereidas el premio de la hermosura y fue atada a una roca para que la devorase un monstruo marino... y que después haría su esposa.
Pegaso creció y vivió sus años de potro en las laderas y los verdes prados del monte Olimpo, morada de los dioses, que estaba situado entre Tesalia y Macedonia (hoy monte Olimbos, de 2.911 metros)... y era, según las descripciones, un bellísimo ejemplar del tipo "sículo", cruce del ario y el persa, de color blanco y gran poderío. Naturalmente, estaba dotado de alas y volaba por los aires, cuando no corría "como el viento" por la tierra. De él se cuenta que lo primero que hizo tras servir a Perseo fue "echarse al monte" y galopar a lo salvaje, como después lo harían sus hermanos en libertad. En una de estas cabalgadas llegó hasta el monte Helicón, de 1.748 metros y situado en la Beocia, donde de una coz hizo brotar la fuente de Hipocrene, a la que desde entonces no dejaron de acudir los poetas. Aunque también se dice que ese día Pegaso iba montado por Euterpe, la musa de la poesía lírica y de la música, y que fue ella la que le pinchó para que diera la coz creadora. Lo que produjo el enfado de Calíope, la musa de la elocuencia y la poesía épica, que le condenó a llevar sobre sus lomos los jinetes del Apocalipsis: la guerra, el hambre, la peste y la muerte.
Sin embargo, la "gran aventura" de Pegaso fue aquella que vivió por deseos de Zeus con Belerofonte, el hijo del rey Glauco de Corinto. Según la mitología, el joven príncipe se enamoró del bello animal en cuanto supo de su existencia y durante mucho tiempo anduvo desasosegado y torturado por la idea de montar el "caballo volador" de los dioses. Hasta que un día el más sabio de los adivinos de Epiro le aconsejó que fuera al templo de Palas Atenea y que durmiese una noche al pie del altar del recinto sagrado, ya que los dioses sólo solían hablar a los hombres durante el sueño. Y así sucedió, porque Belerofonte recibió un objeto maravilloso como jamás viera; se trataba de un freno de oro con el que poder dominar al corcel volador. Entonces el príncipe se fue a los prados que rodeaban la fuente de Pirene, donde solía pastar Pegaso, y tranquilamente puso la brida al noble animal..., quien a partir de ese momento, y tras unos ligeros ejercicios de doma, se convirtió en el más docil y eficaz compañero del héroe.
Ya unidos, jinete y caballo, Belerofonte y Pegaso, realizaron tantas y tan peligrosas hazañas que hasta el rey de Argos, Proteo, quedó maravillado y no tuvo más remedio que dar a su hija en matrimonio al valeroso joven, descendiente, al parecer, del poderoso Poseidón, el soberano del mar. Y es que con Pegaso todo resultaba tan fácil, hasta aniquilar la Quimera, el famoso monstruo con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente.
Pero esta misma facilidad y el saberse dueño del "caballo con alas" provocaron la ruina de Belerofonte, ya que un día el príncipe quiso "ser como Dios" y sentarse entre los inmortales del Olimpo, lo que hizo que Zeus se enfadara y le castigase de por vida a andar errante de acá para allá por senderos solitarios y con el alma destrozada. Entonces Pegaso, que por prudencia e inteligencia se había negado a llevar a su jinete hasta la morada de los dioses, pasó a las caballerizas celestiales como jefe y guía de los demás alazanes de Zeus... y quedó al servicio directo del dios soberano como portador del relámpago y el trueno.
Pegaso fue, pues, el caballo más rápido que ha existido y el símbolo de la velocidad... como lo demuestran los cantos inmortales que en su honor entonaron los poetas de todos los tiempos. Pero, además, fue también el primer medio de comunicación y transporte que se elevó por los aires... como una "ráfaga de viento".
De ahí las numerosas fábulas que le atribuyeron los griegos y el lugar destacado que ocupa en la mitología y en la historia del caballo. Aunque no fuese un caballo de carne y hueso.

Fuente: "Caballos historia, mito y leyenda" de Julio Merino (1996, págs. 21-24).

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