martes, 19 de julio de 2011

Relato: "Mordisco en las posaderas"


Este es uno de los relatos de mi libro "Jinete sin riendas" por José Mª Vázquez Goyoaga (jinete de salto) que narra las aventuras y desventuras para conocer a los caballos...

He escogido uno que trata sobre un purasangre inglés llamado Haifax para publicar aquí... Espero que os guste!!


___"Nuestro amigo Pepe Blanco tenía una pequeña cuadra en El Espinar, que se llamaba El Caballo Blanco. Como he contado en otra historia, compró algunas yeguas cruzadas y un semental de raza inglesa, con intención de criar.

En los boxes tenía su caballo, un guapo tordo PRE, una yegua cruzada con mucho de español, que montaba su mujer, y un pequeño pony. Había alquilado un prado grande en las cercanías, y allí soltó las hembras recién compradas, pero, como es lógico, prefirió mantener alejado de ellas al semental, albergándolo en un box de la cuadra, próximo al de su caballo. Al ser Haifax y Destinado enteros, se olían desde lejos y relinchaban, y entre ambos se despertó cierta competencia. Él pensó que no siendo colindantes los boxes de ambos enteros, nada podría suceder.

Así las cosas, se fueron aficionando a trabajar a diario al caballo inglés, que era tranquilo y no daba problemas; unos días a la cuerda y otros montado, poco a poco, el purasangre Haifax fue ganando puntos hasta convertirse en el caballo preferido de su mujer. ¡Su yegua, ahora, le parecía una niñería!

Una tarde de primavera, con aire cristalino, decidieron dar un tranquilo paseo por el campo. Ensillaron los dos caballos, y pusieron pie en el estribo: él sobre su caballo tordo PRE, y su mujer sobre el nuevo inglés Haifax. Mientras se mantuvieron charlando con una involuntaria distancia de seguridad, nada ocurrió; pero los frecuentes y bajos robledales que pueblan la zona, transición habitual del pinar a las praderas, les obligaban a veces a acercarse, y en algún paso estrecho, hasta casi rozarse grupa con grupa.

Ellos notaban que los caballos habían desarrollado cierta rivalidad, guiñaban las orejas, y no se tenían ninguna simpatía. ¡Cosas de enteros!, pensaban, y no le daban mayor importancia.

Sin embargo, en un paso estrecho entre los arbustos, casi no cabían yendo de a dos, y Pepe decidió adelantarse ligeramente. Fue el momento aprovechado por Haifax para lanzar un ataque en toda regla a su adversario. En décimas de segundo, nuestro amigo vio cómo ¡el purasangre inglés se le echaba encima sin justificación alguna, y abriendo la boca y alargando al máximo el cuello, le propinaba un terrible mordisco en las posaderas. Hizo presa, le sacó de la montura y ¡le lanzó al aire con un brusco movimiento de cabeza! Todo ocurrió tan rápido que su mujer no pudo hacer nada para evitarlo.

El mordisco fue tan brutal que casi le arranca el trozo de nalga. En el ambulatorio de El Espinar, donde le dieron unos veinte puntos de sutura, no habían visto un mordisco así en toda su vida. Podría ser de una hiena, un puma o un tiburón pero nunca imaginaron que un caballo pudiera hacer semejante destrozo. Cuando el protagonista de la historia nos lo contaba, casi un año después, aún podía verse la enorme cicatriz, que atestiguaba la veracidad de lo sucedido.

Yo insistía en que el mordisco lo recibió él, eso era innegable, pero no iba destinado al jinete; la tesis por él defendida, que el purasangre tendría celos o algo parecido, y quiso vengarse en el dueño del caballo rival, no me parecía plausible. Él no era el destinatario de tan traidora agresión. Sin haber estado presente, con los datos narrados en la mano, era posible conjeturar que ambos caballos enteros rivalizaban por el control de las yeguas, como es normal en la naturaleza. En un momento determinado olvidaron que eran caballos de silla, y que debían guardar la debida compostura; en el argot de la manada, estos envites son gajes del oficio de caballo, que no suelen tener mayor importancia. La mala fortuna fue que el viaje de Haifax, en el camino, se encontrara con el trasero del jinete.

No obstante, comprendo que cuando hablábamos de caballos de deporte, y yo defendía las calidades cardiovasculares de los PSI, que les acreditan como mejoradores de todas las razas, él insistiera en su mal carácter, que también es verdad, y me comentara:
-¡Como el caballo español no hay nada! ¡Un inglés no lo quiero ni regalado, y menos aún si está entero!"__

                               MORALEJA

El semental es un animal impulsado por instintos muy poderosos, que no siempre puede controlar, y por esta razón no debe culpársele de sus acciones. Aunque en teoría tiene la misma fuerza que un castrado, la testosterona le confiere una energía más viva.

Mantener en vena un caballo por el reto que supone montarlo nos descalifica como jinetes. Sólo debe permanecer entero el caballo que va a cubrir.

Nuestros antepasados sabían bien lo que hacían, cuando decidieron castrar la mayoría de los caballos. De esta forma conseguían concentración del equino en el trabajo, eliminaban riesgos, y hacían desaparecer un impulso algo ciego, que en la mayoría de los casos no iba a poder satisfacerse.

(Págs.: 173-176, capítulo 29).


Os dejo la información sobre este libro:

www.vozdepapel.info/ficha_libro_voz.cfm?id=186 

A mí me ha gustado, porque se trata de conocer mejor a los equinos y, de paso, es muy entretenido para leer!!

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